El ruido mediático está secuestrado entre el conflicto entre Rusia y Ucrania y la crisis del PP. A la velocidad del tweet más que la del rayo
Miércoles, 23 febrero 2022. EL IDEAL
Enrique García-Maíquez lo llamó aburrimiento autárquico. Se refiere al aburrimiento “de producción propia” como al único capaz de ser y ofrecer el estado preciso para que puedan tener lugar la creación, la reflexión y el autoconocimiento. Yo me pregunto y, de paso, le pregunto a usted, ¿Quién disfruta de la posibilidad de encontrarse de vez en cuando con ese aburrimiento?, me temo, incluso, que muy pocas personas lo llegan a conocer. La sociedad de la información ha fagocitado a la del ocio y el ruido constante se ha instalado en nuestros sentidos. Mientras nos declaramos o buscamos desesperadamente el gozo de estar ociosos y ociosas, esta etiqueta nos muestra ante el mundo no solo como personas despreocupadas si no, inútiles y sin provecho, matiza el diccionario de la RAE, así que esa necesidad de liberarnos de las responsabilidades, vital para la salud física, psíquica y laboral, es entendida como vagancia.
Contra eso, la sociedad del bienestar nos ofrece las mil y una posibilidades de ocupar nuestro ocio: deportes, plataformas digitales con las últimas series, videojuegos, cursos- Online de fin de semana, reuniones con amigos y familia, y todo esto, una vez finalizada la limpieza semanal, efectuada la compra y tendidas las siete lavadoras que ronronean todo el fin de semana como lucha y protesta contra los inalcanzables precios de la luz de lunes a viernes. Todo un programa de actividades destinado a devorar el fin de semana, el puente o el día libre sin que durante esas escasas horas hayamos podido pasar un momento en silencio, respirando y sintiéndonos, y no me refiero al silencio que ocupa el espacio de las palabras que no se dicen ni se escuchan, si no al silencio que toma forma ante la ausencia del ruido. La única y auténtica sala de invocación a la creatividad, la reflexión y el autoconocimiento.
El ruido mediático está secuestrado entre el conflicto entre Rusia y Ucrania y la crisis del PP. A la velocidad del Tweet más que la del rayo, se suceden las últimas horas, las constantes actualizaciones de forma que no de contenido, escapando de los ojos ávidos que quisieran entender, sin tiempo para ayudar a emerger a la superficie a nuestro espíritu crítico, asfixiado con los ecos de lo inmediato y presumiblemente veraz. En las colas del centro de salud, del banco o en el autobús, nos evadimos del ruido humano con el de los humanos duplicados en el salón virtual de las redes sociales. Y a ese zumbido permanente y taladrador, quienes vivimos en ciudades o gozamos de vecinos en disposición de cambiar las losas del cuarto de baño, sumamos el ruido consciente y despreocupado del que lo ejerce sintiéndose en su derecho de aporrear el claxon, insultar a voces al repartidor de la moto o de invertir su tiempo de ocio durante seis fines de semana para alicatar una cocina de 6 metros cuadrados.
Uno de los últimos informes de la ONU, Fronteras 2022, ruidos, llamas y desequilibrios, del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, asegura que, en la Unión Europea, la contaminación acústica provoca más de 12.000 muertes al año, ¿les sumamos la contaminación mediática?
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