«Tan necesario o más que el control del uso de los medios es educar a la ciudadanía para despertar y mantener su espíritu crítico»
Martes, 17 de septiembre 2024. EL IDEAL
El Consejo de Ministros ha aprobado el plan de regeneración democrática, anunciado en julio por el presidente del gobierno, y presentado al amparo del Reglamento Europeo sobre la libertad de los medios de comunicación. En el momento en el que yo escribo sobre esto, poco se conoce sobre dicho plan salvo algunas de las medidas adelantadas por Sánchez en julio, y a las que el líder de la oposición, Feijóo, adelantó su negativa, pese a haber apoyado el documento europeo. Y el objeto de mi reflexión son algunas de esas medidas.
La desinformación y los bulos, más que noticias falsas, ya que si son falsas no son noticias por mucho que nos guste traducir de modo literal el anglicismo «Fake News», están instalados en nuestra cotidianeidad desde hace décadas. Carlos Salas (2019) realizó toda una reflexión sobre este tipo de informaciones, proponiendo como primer bulo de la historia del periodismo contemporáneo el publicado en The Sun en 1835, en relación a unos seres que habitaban en la luna, y analizando los factores económicos y sociales que ayudaron a difundirlo, y ahí es donde voy yo, a esos factores.
Es decir, desde que se informa existen los bulos, algunos con origen en la publicidad, otros en las tradiciones como la del día de los inocentes y también los «globos sonda», es decir, los lanzados para valorar cómo reacciona la población ante un proyecto político, una medida social, un producto de consumo, etc., es decir, para testar. Los bulos y la denominada posverdad, al servicio de la demagogia, se han instalado en el discurso político y social antes incluso de que pudiéramos tomar conciencia de ello. De hecho, la posverdad fue nombrada palabra del año en 2016 por el Oxford English Dictionary e incluida en el diccionario de la Real Academia Española en 2017 con la siguiente definición: «Distorsión deliberada de una realidad que manipula creencias y emociones con el fin de influir en la opinión pública y en actitudes sociales». Así usamos términos como bulo, desinformación, demagogia, posverdad, informaciones falsas y nos encontramos envueltos en una red de significados cuyos límites se confunden.
El plan de regeneración democrática incluye desde el endurecimiento de las sanciones que prevé el reglamento del Congreso y del Senado para aquellos congresistas y senadores que no presenten su declaración de bienes y actividades o que la presenten con datos falsos y/o incompletos, a la obligación de los medios de dar a conocer sus fuentes de financiación, nombres de accionistas y datos de audiencia, evitar la concentración de medios y proteger la independencia editorial, todo para que la ciudadanía sea consciente del irremediable sesgo ideológico de los medios a través de los cuales se informa.
Sin embargo, y a falta de conocer el documento íntegro, no escucho nada sobre educación, porque dar por hecho que la audiencia y/o público puede distinguir su sesgo, que también lo tiene, del sesgo mediático y la veracidad y/o intencionalidad de la información, es mucho dar por hecho y yo reclamo que tan necesario o más que el control del uso de los medios es educar a la ciudadanía para despertar y mantener su espíritu crítico.
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