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Foto del escritorYolanda Cruz López

Transición

Crecíamos en una España que empezaba a abrirse al exterior.
Íbamos tarde, por eso teníamos prisa por recuperar un tiempo que ni siquiera fue nuestro




Miercoles, 1 junio 2022. EL IDEAL


La Transición española no solo marcó un giró en la historia de un país que dejaba atrás el franquismo y se zambullía en la ansiada democracia, si no en la de cada uno y cada una de las ciudadanas de este país. Siendo conscientes o no, se transitaba de una orilla a la otra sin apenas tiempo para sopesar el precio que unos ya habían pagado y el que otros llevarían toda su vida a cuestas, como una hipoteca pegajosa, forzosa e hiriente.


Con el Aula de Teatro de la UAL que dirige Diego Armando Alías, he disfrutado del privilegio de transitar por una experiencia única y enriquecedora, con textos de Pilar Barberá como merecido homenaje a la libertad y la democracia.


Con Transición recuperamos un tiempo que vivimos de niñas sin ser conscientes de lo que significaban los tanques en la calle, los toques de queda o que las monjas cerraran a cal y canto la puerta, solo que no había clase, que las abuelas, las dos, la roja y la azul, viudas y enfadadas, lloraban a escondidas, que no se podía jugar porque se trataba de algo muy serio que nadie te explicaba, que si te reías, hacías ruido o simplemente hablabas, recibías miradas recriminatorias de rostros petrificados y enmudecidos labios, sellados por sus propios dedos, sin ni siquiera chistar.


10 años después bailábamos, fumábamos, bebíamos y chillábamos por todo. Las protestas exigiendo nuestros derechos, las huelgas, todo influyó en cada una de nosotras. Crecíamos en una España que empezaba a abrirse al exterior. Íbamos tarde, por eso teníamos prisa por recuperar un tiempo que ni siquiera fue nuestro, los años que les arrebataron a nuestros abuelos, muertos en el frente en el que les hubiese tocado matar a quien no conocían, pero con el que, seguramente, hablaron la noche antes, a hurtadillas, desde su trinchera, muertos de terror y sueño. Los besos, los labios, las lenguas, brazos, piernas, huesos, ojos, amor y ganas de vivir que les arrebataron a nuestras abuelas, permanentemente de duelo, pero sin olvidar, quiénes eran y quiénes las habían traicionado, delatado y abusado. Las opciones que nunca tuvieron nuestras madres que, hasta sus más de 35 años, no pudieron disponer de una propia cuenta corriente, que estudiando y trabajaban con permiso del marido, siempre que no se notara mucho.

Y las emociones que nuestros padres, por hombres y padres, no podían permitirse el lujo de expresar y aceptar, eso si sabían siquiera qué era aquello que les picaba en el aliento cuando fallecía su madre, la punzada en el pecho si la madre de sus hijos lloraba sin mirarlo y las lágrimas que se les escapaban viendo alguna peli o escuchando los cuentos de sus hijas. Mucha prisa, hemos corrido tanto que, si nos detenemos ahora a mirar atrás y os vemos ahí a las cuatro, a nuestros Yo de entonces, no sé si asustarme por lo que he sido capaz de transitar o por la certeza de que vuestros ojos, esos que miran al futuro con ganas, desafío y valentía, no nos ven.


Elenco, sois el cuerpo que nos permite dar forma a nuestras voces. Gracias.








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