«Los reyes sujetando mecha, como era su obligación, permanecer allí, aguantar el tipo y saltarse el protocolo era cumplir con su deber»
Martes, 12 de noviembre 2024. EL IDEAL
Hablar por hablar y politizar absolutamente todo son las dos actitudes que caracterizan una buena parte de la sociedad española hoy, nos guste o no. No sé a usted, pero a mí me ha resultado durísimo enfrentarme a diario, a través de los medios de comunicación, a la representación del dolor ajeno, que bien podía haber sido propio, de centenares y centenares de personas que han gritado y llorado su desesperación por haber sufrido la devastación más absoluta de sus hogares y sus familias a consecuencia de la ya llamada Dana de Valencia.
Al igual que muchas otras personas, me he sentido impotente a pesar de no haber rechazado la responsabilidad de colaborar, de aportar lo que estuviera en mi mano, desde mi privilegiada situación, para ayudar al prójimo, agradeciendo la oportunidad de redimensionar las preocupaciones y problemas que, como a todos, acompañan mis días. Y al igual que otras tantas, me he negado a entrar al trapo de la marea de críticas que se vertían, por no decir, vomitaban, desde el minuto uno de un lado al otro de la pista. Rechacé entrar en ese juego por el convencimiento de que la seguridad de la gente era lo primero y de que cualquier esfuerzo, por mínimo que fuera, que se invirtiese en acusar y criticar, debía reconducirse hacia la colaboración y la ayuda al pueblo de Valencia.
Sin embargo, desde el minuto uno o cuarenta y uno, porque para algunos, concretando, para Mazón, empezó bastante más tarde que para los valencianos y valencianas a los que se había llevado el agua y a los que, probablemente, no podamos encontrar, desde ese minuto uno ya se extendían en las redes sociales críticas y dardos lanzados a diestro y siniestro, reclamando responsabilidad en un intento de politizar la tragedia y el dolor que no deja de avergonzarme. Como muchos de ustedes, seguí la retransmisión de una visita a la «zona cero», Paiporta, una visita retrasada que llegaba cuando los ánimos ya no lo eran. Entendibles los gritos, abucheos, llantos, desmayos y el barro que arrojaba la desesperación más viva, de verdad ¿no lo esperaban?
Los reyes sujetando mecha, como era su obligación, permanecer allí, aguantar el tipo y saltarse el protocolo era cumplir con su deber. El presidente del gobierno, sacado en volandas después de que grupos, al parecer organizados, le hubiesen asestado un palazo en la espalda, y mientras las publicaciones en X, desde allí mismo, informado casi con la misma inmediatez que las cámaras de televisión española, y de entre todas ellas, una de Mazón, «Entiendo la indignación social y por supuesto yo sí me quedo a recibirla. Es mi obligación política y moral. La actitud del rey esta mañana ha sido ejemplar», estaba en Paiporta, contemporáneamente, les tiraban barro y al presidente Sánchez acababan de agredirlo con una pala, ¿cómo podía tener tiempo y temple para lanzar esa piedra? Porque era un piedra. Si se consulta hoy el perfil del presidente autonómico que no quiere dimitir, el post ha cambiado, ese «yo sí» ya no está.
Todavía le doy vueltas al post y a las 7000 personas o bots que lo han compartido.
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